domingo, 1 de febrero de 2015

El cubo de Rubik


A mi me contaron que Rubik inventó su juguete como problema matemático para los estudiantes de la Universidad donde daba clase. Debían plasmar al papel la solución de movimientos que llevaran desde una situación multicolor a la de todas las caras del mismo color. He leído ahora que probablemente no sea así, en todo caso queda como un problema de movimientos para llegar a la armonía de la solución idónea. Hay varias posibles, una más idónea pero varias posibles.

Llevo un cubo de Rubik en el coche cuando voy a escalar. Un día se cayó, ya sé que las cosas no se caen solas, excepto cuando eres de Salamanca, y se desmontó en piezas, lo rehicimos sin comprobarlo. Ahí ha estado soportando pegues de los sucesivos copilotos, hasta que un día uno me dijo “hay una pieza mal puesta”, cambió esa pieza y completó el rompecabezas.

Yo le he dado muchos pegues, recuerdo a los menos habituales que “pegues” denominamos a cada intento de encadenar una vía de dificultad. El problema era el método, me ponía a mover piezas y trataba de hacer una cara y luego otra, sin ton ni son. He recurrido a un método, muy bien explicado en wikipedia, y voy mejorando. Ya hago el cubo en unos pocos minutos. No soy capaz de explicarlo matemáticamente pero sí tengo el automatismo creado. No tengo esa facilidad, rayana en la belleza, de la visión espacial y hacer varios movimientos a la vez para completar el cubo, como he visto en YouTube, de los privilegiados con este don.

Mi entrenador hace tiempo que trabaja conmigo en los automatismos de la escalada, “regleta pequeña, pié pequeño, el otro al aire, dinámico con la otra mano a regleta lejana, luego otra mano, tres series con descanso”, rezan sus whatsapps. Por supuesto que no tengo libro de entrenamiento semanal, ni me dirige personalmente, usamos las tecnologías, yo le pago con bitcoins, él todavía no sabe dónde gastarlos, todo muy virtual. Menos mis dedos doloridos. No tengo, como con el cubo, el don de la facilidad de la escalada, no estoy “tocado” por la varita de los dioses. En mi caso es esfuerzo, dedicación y superación de las limitaciones además de una inquebrantable determinación ante el fracaso.

Las vías de escalada ofrecen, a veces, opciones distintas para hacer los pasos, “el trucu ye apretar”, todas idóneas para conseguir el objetivo del encadene, no importa si es en más o menos movimientos, ni el tiempo empleado, gestión de la resistencia y tiempo en vía que son factores a gestionar. El objetivo es llegar a una situación dada y sin necesidad de perder mucho tiempo, que mina la resistencia y, sin dudar, en la capacidad física, hacer el movimiento que lleve a completar el paso, la cara del cubo.

Reviso mi lista de encadenes y mi lista de proyectos. Es tradición entre los escaladores hablar de la “libreta” donde se apuntan las vías que uno encadena. Es un método clásico que yo hace tiempo he desechado. Ahora lo apunto todo en una hoja de “excel”. Datos como la fecha, el grado de la vía, su nombre, el número de pegues que le doy y, por supuesto, cuando la encadeno.

A partir de ahí hago un análisis de las vías de mi máxima dificultad que pruebo y/o encadeno, cuánto me cuestan, en qué época del año hago más, si un mes pruebo más vías duras, o reviso y programo posibles picos de buena forma. No podía ser de otra manera, miro las gráficas como hago con las cotizaciones de bolsa. Hago un análisis técnico y me propongo el próximo objetivo. Vuelvo al tablón a entrenar y, otra vez, a pié de vía a probar el “cubo de Rubik”.