En
mi barrio en Salamanca, cuando era niño, era habitual ver carteles en
algunos comercios, como se denominaban en aquellos tiempos, que escritos
a boli en un folio blanco, rezaban “Cerrado por Vacaciones”. Los dueños
se iban unos días, ponían el cartel, y a la vuelta volvían a abrir. La
clientela, fiel a sus costumbres, volvía a comprar, asumiendo con
paciencia los días que tenían que ir a otros comercios.
Esto
ha cambiado mucho. Los comercios siguen, ahora los regentan gentes con
ojos orientales y sus horarios son mucho más amplios. Doña Paquita, así
se llamaba mi vendedora favorita, hace muchos años que murió, sus hijos
tomaron otros rumbos, la casa de dos plantas donde estaba el
ultramarinos ahora es un edificio de viviendas de ocho plantas. Nosotros
vivíamos enfrente, desde el balcón se podía ver la silueta de la
catedral de Salamanca y, a lo lejos, los días claros, la sierra de
Béjar, donde está Hoyamoros y el Calvitero. Ya no vivo allí, y mis
padres se tienen que poner de pie para disfrutar de su antigua vista,
ahora pobladas de antenas de telefonía móvil.
Se
acerca la Navidad y se aparecen los recuerdos de las pasadas, como en
Cuento de Navidad. Era un parón invernal que el equipo salmantino
aprovechaba para coger un tren y viajar al sur. Destino el Chorro, sus
cañones y el emocionante Caminito del Rey. Mi fantasma de la Navidad me
cuenta que por las noches lo recorríamos camino de vuelta a las tiendas
de campaña situadas en una zona que creo recordar llamaban los limones.
Mi fantasma tiene las mismas lagunas mentales que yo.
Este
año bajaremos al sur, como el primer Sabina, abierto por vacaciones,
como todas las escuelas con paredes orientadas al sol de mediodía.
Aprovecharemos el sol, el invierno cálido que han pronosticado nos va a
permitir disfrutar de las paredes. Compartiremos escuela con gentes con
tipo de lenguas. Haremos cola en las vías más comerciales. Iremos a
comer a los refugios y restaurantes de la zona, dormiremos en hostales,
hoteles y furgos y caravanas. Llenaremos el depósito hasta arriba, ahora
que la gasolina es barata, y recorreremos las “llanuras bélicas y
páramos de asceta”, hasta llegar a nuestras paredes.
Abierto por vacaciones. Aparcamos la crisis. A esperar la Navidad. Mientras, me vuelvo a poner los pies de gato.
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