Hace muchos años que escalo, empecé a hacerlo antes que en ningún otro
sitio en una pared en Salamanca, los locales lo conocemos como “el muro”. Una
pared decorada con piedras de distintos tamaños y tipos que están pegadas en un
callejón que da acceso a una instalación deportiva.
El muro |
Allí Dani creó unas travesías, con pinturas de colores, y las graduó. Aun
siendo un muro vertical consiguió hasta entrenar la fuerza necesaria para hacer
desplomes, pintando pies minúsculos o adherencias, vías que llegaron hasta el 8a.
Todo un ejercicio de innovación y visión de futuro, de ahí al primer tablón en
un local y al Ache tablón sólo fue una sucesión de actos inteligentes.
Lo reseñable es que todo esto fue a finales de los ochenta. El muro ha
viajado conmigo cada vez que me subo a una pared. El muro no es el que protege
la guardia de la noche, no es el que suben los maratonianos a pocos kilómetros
de llegar a la meta y, por supuesto, no es el que Trump va a levanta en la
frontera mejicana, o acabar que el muro ya está iniciado.
Los escaladores los muros los subimos, no son barreras, hace tiempo que
entendimos que el mundo es nuestro horizonte posible. Miramos las fotos de las
grandes paredes que existen, maravillas de este mundo, y soñamos cordadas por
ellas, imaginamos nuestros viajes, soñamos nuestros proyectos. Lo mejor de
todo, los escaladores escalamos los muros.
Las noches de invierno, esas que llegan tan rápido estos días, que duran
tanto, que juntan tantos ratos a contar nuestros sueños, son el escenario de charlas
de veteranos de guerra, de compañeros de piratería, de mercenarios de la
vertical. Tras la segunda cerveza y los consiguientes abrazos empieza el canto
de los viajes vividos, de las paredes escaladas. Estaba en Cuenca el otro día,
hacía un frío del carajo decían los locales y en una mesa nos sentamos ocho
mureros, tras años vagando por el mundo nos reencontrábamos con la sonrisa de
las aventuras compartidas.
Nos despedimos algunas horas después, prometiendo volver a hacerlo antes de
que crucemos en la barca de Caronte por última vez. Tengo en la memoria las
imágenes que me contaron de los lugares y muros donde hemos escalado: El Capitán
en Yosemite, el Urriellu en Picos de Europa, las playas de Ton Sai en
Tailandia, el Boulder en Hampi en la India, los bloques de Sudáfrica, las montañas
de la Luna en África, el Todra en Marruecos, Franken en Alemania, Ceusse en
Francia, Argentina, Cuba, China, Japón, Sicilia, Malta, Finlandia, Kalimnos en
Grecia…
Podríamos seguir temiendo olvidar algún lugar. La última frontera es en
nuestro mundo la Antártida, no hay muchas más, no hay barreras, sólo muros que
escalar.
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