Llevo unos años viviendo en Madrid, llegué de casualidad
y pienso como Sabina, que canta “aquí he vivido, aquí quiero quedarme”, eso sí,
mientras me dure este trabajo, luego me echaré al monte, que el aire es más
limpio.
Somos madrileños por el hecho de vivir en Madrid, no hace
falta haber nacido aquí para entender los usos y costumbres de esta ciudad. Sabemos
cómo funcionan ciertas situaciones y conocemos sus reglas. No nos sorprendemos
si a cualquier hora se produce un atasco monumental en cualquier acceso al
centro de la ciudad y estamos atrapados. Incluso en ese momento tenemos unas
reglas que todos cumplimos.
Antes de seguir hay que hacer una puntualización y
explicar lo que es una costumbre. En la Universidad de Salamanca mi profesor de
Derecho Romano dedicó mucho tiempo a este concepto. “Opinio iuris sive
necessitatis”, una norma se cumple porque se piensa que es un derecho real. Las
costumbres son hábitos que cumplimos que se convierten en normas que todos
aceptamos, dicho de otra manera. Sé que con estas frases me pondrían al margen
de un examen una nota explicativa, pero sirve para explicar los atascos y las
colas en la escalada.
Todo esto empezó el domingo, día clave del fin de semana
del escalador mercenario, en la vía que estaba probando con mi sempiterno
compañero, vía comercial y referencia en su grado, se formó una cola de
escaladores. Tras las consabidas preguntas de turno quedó éste establecido. Nos
miramos unos a otros y sin decirlo expresamente dimos por sabido el “uso o
costumbre” de estos casos. Turnos rápidos, un intento por escalador, en caso de
caída se sube hasta el final para recordar los pasos y se limpia al bajar los
cantos para el siguiente. Todo iba bien hasta que llegó un “pata negra” que
quería calentar en ella, nos miramos y le dejamos, tardó dos minutos en hacer
la vía y dejarla libre. Se “coló” su asegurador, y en vez de dos minutos estuvo
más de media hora probando los pasos y con la evidencia de que estaba por
debajo del nivel requerido. Resultado, retraso de todos los escaladores,
parados los últimos esperando su turno sin querer cambiar de vía para no perder
la oportunidad y al último no le dio tiempo a escalar. Por supuesto ninguno
dimos un segundo pegue.
La costumbre, la norma no escrita, es que el que pone las
expreses es el primero en probar, luego su asegurador y después por turnos
pedidos, en algunos sitios no se pide turno y lo que se hace es tirar la cuerda
a pie de vía, la tuya detrás de la anterior. La excepción que hace norma es
cuando viene alguien con un grado muy superior y de una manera expresa “solicita”
que le dejen un pegue, que “la hago en un minuto” suele ser su argumentación.
Dependiendo de la situación se le permite o no, la mayor parte de las veces sí,
excepto cuando hay cordadas de distintos sitios donde la cola hace ley.
La situación me recordaba a la de los atascos en Madrid.
Se forma una cola y todos aceptamos el retraso, si alguno se cuela sólo debe
cumplir una regla, hacerlo muy rápido para que los demás no paremos, vamos
meter el coche con decisión que sólo haya que levantar el pie del acelerador
pero no frenar. Si viéramos a Fernando Alonso seguro que le dejaríamos pasar,
más por ver cómo lo hace y sabiendo que lo hará rápido.
Los atascos llevan a pérdidas de productividad. El
primero frena una décima de segundo, el segundo son dos, el tercero es un
segundo, el cuarto un poco más y unos pocos coches más atrás están parados aun
cuando adelante puede haber movimiento. El retraso es acumulativo y los últimos
tocan el claxon. En la escalada los de atrás están parados, se han quedado
fríos, necesitan más tiempo para probar los pasos, su nivel de eficacia
desciende y su enfado es creciente. Si encima se cuela alguien con cualquier
excusa se produce un incumplimiento de estas reglas que no llevan más sanción
que la social, y ésta, en muchos casos no sirve para mucho.
Los embotellamientos son una situación parecida. Todos
decidimos ir al mismo sitio al mismo tiempo y por el mismo camino. Saturamos la
vía y todos nos quedamos parados. En las vías de escalada suele haber
embotellamientos en ciertas vías comerciales y las rutas a otras vías estar
libres. Clásico tema del 8a comercial frente al 7c+ inescalable que nadie
prueba. Mi amigo Renaud equipó alguna vía en Cuenca y por avatares del destino
quedó de 7c+, la vía es espectacular, claro que realmente es 8a. Conclusión
tiene menos cola que otras del entorno mucho menos “duras”.
No hay atascos los domingos por la mañana en Madrid, no
hay atascos los lunes por la mañana en la vía que estábamos probando. Es la diferencia
entre la vida pirata y la vida mercenaria. El domingo si un coche se cuela ni
te das cuenta, el lunes recibe una pitada del respetable. El domingo no se
cuela nadie en una vía, el lunes da igual, suele estar vacía. La norma es la
misma. La eficiencia cambia radicalmente. Su impacto económico también. El
tiempo es oro, ese es el único recurso que importa en este caso.
1 comentario:
Amigo Gonso... genial!!! (como siempre)
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