La de veces que ocurre en el monte. Ante la llamada de la
naturaleza, y sin cuarto de baño cerca, no los hay, uno tiene que aplicarse en
desahogarse y no dejar rastro. Nada que decir. El problema es que, no será
porque no sepamos que nos va a pasar, no esté preparado para ello el
escalador, ciclista, runner, rutero o cualquier miembro de las tribus que
salimos al monte.
Hay zonas que son un auténtico estercolero, lleno de
restos de papel higiénico, piedras que mal esconden debajo cacas varias. Trozos
de papel higiénico, desperdigados detrás de arbustos y malezas. No hay disculpa
ante esta situación, ni indulgencia ante estos comportamientos.
Hay un consenso sobre cuál debe ser la actuación en estos
casos. Uno se aleja de una zona frecuentada, cava un hoyo de al menos quince
centímetros de profundidad, deposita allí sus excrementos, se limpia con un
papel higiénico, tapa el agujero con la tierra reservada de cavar el mismo y se
lleva el papel usado, lo guarda en una bolsa de basura y se lo lleva con los desperdicios
para arrojarlo a un contenedor de orgánicos.
Esto es innegociable. Ya no hay que permitir que
cualquiera que diga que se va al baño, lo haga sin llevar la pala y la bolsa de
desperdicios. Todavía hay quien va y se aleja del grupo con sólo un rollo de
papel higiénico y la excusa en la boca de que lo deja bien enterrado. A ver si
nos enteramos, el papel no se entierra, se recoge y no se deja en el monte.
Sigamos con la situación y analicemos cuánto cuesta cagar
en el monte. Vamos a calcular cuál es el coste de tener el material necesario
en la mochila:
a) Pala
para hacer el agujero: un máximo de 10 euros. Disponible en cualquier tienda,
almacén o incluso que te le lleven a casa los drones de Amazon.
b) Paquete
de Kleenex: en los semáforos es un euro el paquete, en la tienda un euro por un
paquete de diez o doce, según oferta, con diez kleenex cada uno.
c) Bolsa
de recoger los desperdicios: de las que venden para recoger las cacas de los
perros. Las venden en cualquier tienda o en los chinos. Vale más o menos un
euro la bolsa con tres paquetes con diez bolsas cada uno.
Si sumamos las tres cantidades de los tres productos son 12 euros.
La pala es para siempre, los kleenex son 120 papeles, que
si usas una media de dos o tres cada vez resultan entre 30 y 50 veces que
puedes ir al baño. Hay treinta bolsas de plástico, asumamos, por tanto que se
va 30 veces. Si dividimos los 12 euros entre las treinta veces que vamos al
baño da el resultado de 40 céntimos cada
vez.
Sigamos suponiendo. Cuando se acaben las bolsas y los
kleenex vuelves a comprar un pack de ambos. Te gastas la considerable suma de
dos euros. La pala, si no la has perdido, algún desastre hay por la vida, la
mantienes en tu mochila de ataque. Eso implica que dos euros entre treinta,
móvil en mano, dan 7 céntimos
redondeando. No llega a una de esas monedas que ya ni los milenials usan, no ya
los noruegos que no usan ni las de euro.
La siguiente vez es igual a la anterior. Llegamos, por
tanto, a la conclusión que, tras una inversión inicial de diez euros de la
pala, cuesta 7 céntimos cagar en el
monte sin dejar ni un resto de nuestra presencia. En un fin de semana 14
céntimos si da la casualidad que cada día nos escondemos detrás de los
arbustos.
De verdad que no se entiende que el monte parezca una
letrina infecta.
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