Cerramos el Barranco, el del Fin del Mundo, claro. Solos
por el frio y la niebla. Se acaba el año y nos vamos a tomar las uvas a casa.
Recuerdo los años que he pasado en escuelas de escalada, tomando las uvas en
Teverga, gajos de mandarina en Montanejos, trocitos de galleta en algún sitio
en el Chorro entre los túneles, después de hacer por la noche un Camino del Rey
ahora prohibido. Este año tengo otros motivos, quiero pensar, para no tomar las
uvas con las campanas de algún reloj de la plaza de algún pueblo cercano. Subí
al coche solo. El compañero de cordada tomaba otro camino ese día, su mente de ingeniero así se lo mandaba.
Barranco del Fin del Mundo |
Solía tener un montón de cintas de casete en la furgo,
música grabada de la radio, mezclas imposibles de estilos dispares. Cambiamos
con los CD, misma amalgama de sonidos. Ahora lo hace
Spotify por mí, desde el móvil por bluetooth, pongo la lista propuesta, basada
en lo que suelo elegir y suena la misma música que me gusta oír, incluso mejor,
no hay duda. Cuando, al rato, sonó la voz inconfundible de uno de mis
clásicos. “¿Dónde están mis amigos?”.
Reza una de las estrofas el verso “… los
están buscando”. Acaba el año, fiestas de Navidad, llega la Nochevieja y
rebusco entre mis amigos cuáles estarán en casa para tomar las doce uvas. Es un
ejercicio estéril, no aporta nada al análisis económico objeto de este blog,
sólo una sonrisa al lector avezado, al escalador eterno de tiempos robados aquí
o allá, para entrenar, escalar, viajar. Pensar en todos aquéllos que pueblan
mis ratos de escalada, mis viajes, mis días a pie de vía.
“Carabanchel, La Modelo, Herrera de la Mancha, Cáceres2, Alcalá
Meco, Puerto de Santamaría…”, suena su letanía, las penas de Robe, los lugares
de sus amigos. Nunca me identifiqué con lo que decía, aunque sigo oyendo la
canción y tarareando su letra. Mi mente se perdió mientras seguía conduciendo, algunas caras pasaban como líneas de la carretera. Vicent
en Margalef con su guía calentita, Silvia con sus cascos ajena al mundo, Rafa
por el sur con el taladro cargado, David en Fontainebleau, Andrea ideando
viajes entre compe y compe, Alberto en sus Recuevas abriendo vías para los
amigos, Elena buscando sus límites en las placas de la zona centro, Fran en
Manilva tirando del carro de nuevo, Lali ideando su viaje por el mundo, Raúl en
Teverga dando tranquilidad en su Teverga, Kymy añadiendo coahing, la Tribu reunida en Sella haciendo
familia, Marta deseando que llegue el verano para que se sequen las chorreras de
Rodellar, Jatu cerca como siempre, Merry haciendo sitio a la familia numerosa, Renaud
en esta tierra de adopción levantina equipando nuevas joyas, Eva con la portada
del Escalar en la cabeza, Aitor mirándose los pies añorando esas placas
imposibles de la Pedriza, Petra se encoge de hombros, Sergio de camino a París
con la cabeza llena de bloques, Tere sonriendo mientras reserva su mes, Dani
poniéndose Fuertes para otro año sin límites, Gusa sonriendo, Javi fotografiando
otro movimiento imposible….
Llegué a Madrid. La ciudad me engulle en su juego de
luces de coches y semáforos. Tengo que volver a la conducción. Cuántos más por recordar tras veinticinco años compartiendo cordada. Las caras se
desvanecen, tantas nuevas, tantas viejas conocidas que nos reencontramos por
los sectores. No es raro el día que me encuentro con alguno que hace tiempo que
no nos vemos, incluso no nos acordamos de nuestros nombre, sólo sabemos que nos
recordamos de los días de vino y rosas, nos guiñamos un ojo y seguimos, cada
uno su camino, hacia la vertical.
¿Dónde están mis amigos?, no hay duda, están escalando.
Feliz 2018.
1 comentario:
Pues yo no pienso escalar. Ni idea ni como empezar.
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