El asfalto se derrite bajo el sol abrasador de las calles
de Madrid. Las torres de cristal y metal se difuminan en una pátina de calor,
el cielo azul claro se aleja huyendo de la tierra. Las alpargatas se funden y
amenazan con quedarse hundidas. No puedo salir volando, las aves hace días que
abandonaron la ciudad, sólo las cigüeñas dudan si partir hacia África o dormir
hasta el invierno.
Humo en Madrid |
Una nube de humo ha pincelado el horizonte, el aire
caliente la ha atrapado cerca del suelo, arde algún edificio lejano, sonido de
bomberos, más calor en este infierno estival que se repite año tras año.
La vida mercenaria es así, lejos de los mares del sur de
mis años piratas, cuidando las heridas de los años de combate. Refugiado en el
proceso aspiro a volver, el ave fénix renace de sus cenizas, yo no llegaré a
ellas, no quiero cruzar la última barrera.
Recuerdo chorreras de verano, forjadas en las lluvias del
otoño, cinceladas en los hielos del invierno, moldeadas en la primavera. Blancas
de magnesio y gente, sonríen en el hormiguero de escaladores, en fila
interminable.
El fuego purifica, antiguos dioses reclaman su tributo,
el humo se lleva los malos presagios. Esperaré paciente a la nueva estación y
me uniré a los que sonríen al calor y al frío, a las adversidades y los éxitos,
a los que saben leer señales de humo.
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