Las luces del
quirófano brillan con una extraña intensidad, sopla un aire frío, no es la
brisa del norte, es el aire acondicionado, me rodea mucha gente extraña aun
amable, miembros de su tribu, sus colores de guerra iguales, sus manos preparadas
para la sangre y la incisión, me hablan pero no les entiendo, se nubla la vista
y me duermo creo, mis ojos se cierran, ven sin mirar las imágenes que pueblan
mis sueños.
Dolor |
Dicen que uno
en la anestesia no recuerdas nada. Entonces sigo allí, en algún lugar entre la
nada y los recuerdos. Habitantes de mis sueños, pretorianos de la vertical, todos
aquellos que me acompañan en el viaje sin destino de los días de escalada. No
recuerdo a todos con los que he escalado, tampoco ellos a mí, caras conocidas a
pie de vía, otras no. Desfilan en la noche infinita del sopor de la anestesia.
El codo ya no
aguanta más, me dijo el gurú vasco que visité una mañana de lluvia, al que
llegué preguntando, tras no obtener más que dudas a mis preguntas. Sólo así hay
alguna opción. El dolor de las dentelladas ya no compensaba el esfuerzo. Se
había instalado ahí cual grutesco medieval, formando parte de mí, ya me había
acostumbrado a él, sacarlo era rozar el exorcismo, ponerlo en manos de los
dioses.
Entre el
sueño y sus nieblas los veo pasar. Una vida de pelea hace que recuerde
compañeros de cordada tal como eran, como nos dejaron, como si el tiempo no
hubiera pasado. El sol y la vida nos han dejado sus marcas, arrugas de veterano
a pie de vía. Me sorprendo con los que se fueron primero, cuerdas, rápeles,
coches, cánceres…. palabras que aprendí su significado a fuerza de grabarlas en
las memoria con sus sonrisas y sus palabras, nunca más escuchadas.
No sé sigo
allí, no sé si han conseguido extraerme mi compañero de dolor, no sé si volveré
a pelear en las paredes, no sé si despertaré, si lo hago estaré solo, como
estamos cada uno en este mundo, en el tiempo que nos toca, el que queremos
estirar hasta el infinito, sin pactar con nadie.
Vuelvo, el
dolor me saluda, es distinto, no es ese compañero de los últimos días, ese que
clavó sus dientes en mi brazo y que daba dentelladas cuando quería. Parece que
se despide, me aferro a él, ya nos habíamos hecho amigos, noto su partida y su
despedida silenciosa, sé que no le voy a echar de menos aunque no lo olvidaré
nunca, como los caídos en la batalla, los que honramos todos los años ese día
que nos dejaron.
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