Las
primeras luces del alba me suelen encontrar despierto, lector
impenitente, café cortado y primeros sonidos de la mañana. El río
Júcar arrulla en los cantos y las orillas. Al fondo, inconfundible,
un pájaro carpintero trabaja algún chopo ribereño. Su canto,
pequeñas sucesiones de golpes repetidos, se convierte en mi canción
de desayuno. Amanece en Cuenca.
La
jornada despereza, fría y soleada, en el ritmo cansino del
campamento. El invierno se aleja, se adivina la primavera. Las nieves
vienen en el río, con ellas sus días blancos. Los días de nieve
han acabado, vuelven los días de roca.
Apuro
el café y cierro los ojos. Mi mente vaga hasta el norte, reino del
manto blanco en invierno, días cortos y fríos, Cerler mi capital
preferida. Allí donde el quebrantahuesos es el rey. Allí donde este
invierno volví a sentarme, en el telesilla, con el carpintero, en
mis clases de esquí, camino del Gallinero. Seis meses enseña en la
estación, seis meses ejerce su otra forma de vida.
Mira
con sus ojos claros al valle, al fondo Cerler, donde ejerce de
carpintero cuando no de profesor de esquí, especialista en fuera de
pista, free ride se dice ahora, amante de las montañas, apasionado
de su pueblo.
La
carretera, me decía, para llegar al valle hace tiempo que habría
que haberla ensanchado, no llegan las inversiones tan necesarias para
hacer crecer este valle, se quedan en el de al lado. Su mirada se
dirigía por encima de las montañas, no me dijo a cuáles, yo los
intuyo, no es difícil. No se quedan a vivir en el valle. Vienen por temporada, son cientos de profesores,
pero en cuanto se derrite el hielo se van con él. Eso sin contar los
que dan clases ilegalmente, sin la titulación necesaria, sin los
seguros que respalden su actividad si ocurre un infortunio. Cada año
somos menos viviendo en el valle, unos pocos, pero menos. Concluyó
su reflexión. Miró al valle y dijo “ahora a muerte hasta abajo”.
Fanático de su deporte, de su valle, de su pueblo, de sus montañas.
Me tiré tras él y conmigo los otros siete aprendices.
El
pájaro carpintero volvió a aporrear su pino. Me despertó de mi
ensueño. Hay paralelismos y frentes comunes. La titulación
necesaria para enseñar, dar clases, junto con la responsabilidad
civil de las actividades al tiempo libre. El problema de la
despoblación de los pueblos, en muchas ocasiones donde realizamos
nuestras escaladas. Actividad económica que fije población.
Decisiones políticas de inversión pública que ayuden a ello.
Pienso
en el colectivo itinerante de Rodellar de los veranos, en el de guías
de montaña de los inviernos, unos pocos se quedan, los demás siguen
el camino. Nos acercamos al Paraíso, vivimos un tiempo en él y
buscamos otros, persiguiendo un nuevo proyecto cada vez. Volvemos y
encontramos los que han elegido éste o aquel. Viviendo en Margalef,
en Cerler, o como yo, en la caravana.
Es el
canto del carpintero, el de Cuenca o el de Cerler, el que agita mis
razonamientos. Su bella canción resuena en mi cabeza así me ponga
las botas de esquiar o me calce los pies de gato.
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