Hoy he arriado la bandera, ya no era negra, y hace mucho
tiempo que la calavera no daba miedo. Más parecía una sonrisa. Los días sin fin
se han acabado, ya no da igual martes que sábado para atracar en puerto.
Volvemos a los viernes, a odiar los lunes.
El tiempo es el mayor activo económico que tenemos, limitado
de origen e incierto en su duración. Todo escalador sabe que además es un mal
compañero de viaje, cuanto más vivimos menos nos queda. El elixir de la eterna
juventud no lo hemos encontrado y en su búsqueda no hemos invertido inútilmente
mucho tiempo. Sí en entrenar, en buscar vías, en encadenar proyectos, en la
búsqueda de lo imposible.
La vida pirata es el sueño para el escalador deportivo.
Tener todo el tiempo del mundo para entrenar y escalar sin más preocupaciones que
buscar nuevas vías y zonas de escalada. El dinero necesario para vivir se
obtiene de las marcas, patrocinadores varios, aquí se incluyen ahorros,
familias, trabajos a tiempo parcial, las madres de algunos y las abuelas de
otras. Todos los días son jueves, preludio del ambiente del fin de semana, no
han llegado los habituales del sábado, siempre hay un día más para
probar, no importa que llueva, ya escampará. La estrella polar en el norte, la
cruz del sur en el otro hemisferio presiden las noches y la titilante luz de
las estrellas ronronean como una nana cada noche para el sueño del pirata.
Han sido cuatro largos años. Las juntas de la vida se han
tambaleado, los objetivos han ido cambiando. Ya no me llega el dinero de los
patrocinadores, los sponsors se han cansado de mis pobres resultados, mi editor
ya no vende mis libros. Vuelvo a buscarme la vida fuera de la escalada, en el
rojo y verde de los mercados, en sus opciones y futuros.
Ya no seré pirata que se embarca sin fecha cierta de
retorno, persiguiendo botines en forma de vías, allá donde me lleve el viento,
sin más bandera que la dificultad, sin más patria que una nueva escuela de
escalada. Ahora me embarco en el primer barco filibustero que salga los
viernes, sin importar los vientos y con el lunes como futuro cierto.
Me hago mercenario. El fin de semana se llena de objetivos
de pegues, de compañeros obligados a la
misma línea, de viajes programados, de planificación exacta de los
entrenamientos, de consulta constante a la previsión meteorológica, de horarios
de escalada. Ya no me darán igual los días de la semana, preferir los martes a
cualquier otro día, no lo harán las borrascas como ahora, la hora de empezar a
escalar, la estación del año o el sueño acumulado.
Me encontraréis en las escuelas, ahora con el portátil y la
conexión 4G que no existe allí, analizando mercados, comprando y vendiendo el
tiempo, amortizando el mío. Comprando el derecho de más tiempo. Mirando el
precio del gasoil.
El amanecer se despereza con el canto del carpintero, las hojas vuelan sobre el río preludio del otoño, el nido del cárabo vuelve a estar habitado, el viento baja por el valle, las ardillas suben por sus frutos y nosotros sacamos los hierros para el combate. Es el ruido de las armas lo que me hace seguir, veterano embarcado añoro el combate con las vías. No veo el momento de dejarlo, nací pirata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario