miércoles, 29 de enero de 2014

La Guerra del Fin del Mundo


El domingo pasado fue el último que se podía escalar en el cañón de la izquierda de la escuela de El Fin del Mundo. A partir del uno de febrero entra la prohibición temporal en este sector, no así en el llamado de la ermita de la derecha, hasta el quince de junio, para que la pareja de águilas que allí habitan puedan procrear en un hábitat sin interferencias humanas.

La fila de coches era interminable, el número de escaladores en esta fiesta, sin confetti ni cohetes, de fin de temporada ingente. Se abre un ciclo ecológico, se cierra uno de proyectos. Las huestes se dirigen a otros muros. Todo ello sin un conflicto, la zona más o menos limpia, el número de vías abiertas creciendo, los encadenamientos y los no también.

¿Cómo hemos llegado a esto”, se preguntaba el Rey Théoden, del reino de Rohan, antes de la batalla del abismo de Helm contra los orcos de Sarunam, mientras se vestía para ella.

¿Cómo hemos llegado a esto? Nos preguntábamos en el bar de Almonacid, tras la batalla con las últimas vías de la temporada, algunos de los que, de una manera u otra, hemos participado en la Guerra del fin del Mundo. No en la que describe Vargas Llosa en el libro de ese título, lectura recomendable por cierto, sino los hechos aquí descritos a lo largo de las sucesivas escaramuzas.

La pregunta es por qué fuimos a la guerra. Fue el cierre de la escuela por los que decían ser sus propietarios. Elo originó un proceso de negociación entre los escaladores, representados por la Asociación de Escalada Sostenible de la Zona Centro, y el gerente de empresa supuestamente titular de los terrenos, con la mediación del alcalde de Almonacid.

Cuentan que, tras múltiples reuniones y negociaciones sin ningún avance y pocas ganas de que lo hubiera por la contraparte negociante, un domingo cualquiera, un escalador se presentó en la puerta de la urbanización explicando que se dirigía al cañón a escalar. El guarda de turno le dijo que estaba prohibido y que si pasaba llamaría a la Guardia Civil para denunciarlo. “Ya llamo yo” fue la respuesta del escalador, y en ese preciso momento llamó desde su móvil y explicó la situación, preguntando si le iban a multar. La respuesta de la Guardia Civil fue “NO, por supuesto, pueden escalar y no se les va a multar”, fin de la guerra, el supuesto ejército defensor no iba a dispar, de hecho ni siquiera iba a ir.

Desde ese momento hemos vuelto a ocupar el cañón los escaladores. Seguimos respetando las normas, disfrutando del paraje, escalando en una de las mejores escuelas de la zona centro. “Para este viaje no hacen falta alforjas”, reza el refrán popular. No es el caso. Ha sido necesario ir a la guerra.

Repasemos los logros:

Se ha creado la Asociación de Escalada Sostenible de la Zona Centro. Aglutinando la fuerza de los escaladores, dotándoles de una voz ante las instituciones, buscando soluciones a los problemas, la unión hace la fuerza. Nació como respuesta a este problema, negándose a la sinrazón sin más.

Conseguimos el fin que nos proponíamos: poder escalar en el Fin del Mundo. Mantuvimos nuestra autorregulación de no escalar mientras se negociaba, demostramos la fuerza de un colectivo no tan desorganizado y etéreo como desde fuera parece.

Los Servicios Forestales han comprobado que entendemos de medio ambiente, que nos preocupa y que actuamos de forma respetuosa. Servirá para próximas zonas de apertura.

Hemos creado medios formales e informales de comunicación entre el colectivo. Nos hemos comportado de una forma organizada.

Los bares de la zona, restaurantes y campings vuelven a sonreír ante nuestra presencia constante los fines de semana. Beneficiados de nuevo, impasibles antes ante el conflicto.


No llegaron elfos al abismo a ayudar, no hubo que luchar con las armas, no hubo batalla hasta el amanecer, no tuvo que llegar Gandalf con los Rohirrim al alba. Bastó el uso inteligente de la negociación, de la búsqueda de soluciones, de interlocutores legitimados y la paciencia de todos. Ahora esperemos que la pareja de águilas pueda anidar y tener sus retoños este invierno. Volveremos en verano a ver nuestra escuela.

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