lunes, 27 de junio de 2016

Tiempo suspendido

Las luces del quirófano brillan con una extraña intensidad, sopla un aire frío, no es la brisa del norte, es el aire acondicionado, me rodea mucha gente extraña aun amable, miembros de su tribu, sus colores de guerra iguales, sus manos preparadas para la sangre y la incisión, me hablan pero no les entiendo, se nubla la vista y me duermo creo, mis ojos se cierran, ven sin mirar las imágenes que pueblan mis sueños.

Dolor
Dicen que uno en la anestesia no recuerdas nada. Entonces sigo allí, en algún lugar entre la nada y los recuerdos. Habitantes de mis sueños, pretorianos de la vertical, todos aquellos que me acompañan en el viaje sin destino de los días de escalada. No recuerdo a todos con los que he escalado, tampoco ellos a mí, caras conocidas a pie de vía, otras no. Desfilan en la noche infinita del sopor de la anestesia.

El codo ya no aguanta más, me dijo el gurú vasco que visité una mañana de lluvia, al que llegué preguntando, tras no obtener más que dudas a mis preguntas. Sólo así hay alguna opción. El dolor de las dentelladas ya no compensaba el esfuerzo. Se había instalado ahí cual grutesco medieval, formando parte de mí, ya me había acostumbrado a él, sacarlo era rozar el exorcismo, ponerlo en manos de los dioses.

Entre el sueño y sus nieblas los veo pasar. Una vida de pelea hace que recuerde compañeros de cordada tal como eran, como nos dejaron, como si el tiempo no hubiera pasado. El sol y la vida nos han dejado sus marcas, arrugas de veterano a pie de vía. Me sorprendo con los que se fueron primero, cuerdas, rápeles, coches, cánceres…. palabras que aprendí su significado a fuerza de grabarlas en las memoria con sus sonrisas y sus palabras, nunca más escuchadas.

No sé sigo allí, no sé si han conseguido extraerme mi compañero de dolor, no sé si volveré a pelear en las paredes, no sé si despertaré, si lo hago estaré solo, como estamos cada uno en este mundo, en el tiempo que nos toca, el que queremos estirar hasta el infinito, sin pactar con nadie.


Vuelvo, el dolor me saluda, es distinto, no es ese compañero de los últimos días, ese que clavó sus dientes en mi brazo y que daba dentelladas cuando quería. Parece que se despide, me aferro a él, ya nos habíamos hecho amigos, noto su partida y su despedida silenciosa, sé que no le voy a echar de menos aunque no lo olvidaré nunca, como los caídos en la batalla, los que honramos todos los años ese día que nos dejaron.

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