miércoles, 27 de junio de 2018

Al sur de la luna

Empecé a escalar en la prehistoria. Los pies de gato más innovadores eran unos Boreal, con ellos era capaz de quedarme en los minúsculos garbanzos de Valdesangil, miraba a mis pies y peleaba con vías míticas. Recuerdo como si fuera hoy mismo el día que encadené “El descanso del guerrero” 6b+, miraba las vías de al lado y me citaba con ellas en un futuro incierto. No volví nunca, no por azares de la vida, no por caprichos del destino, simplemente no volví.

Foto de Javi Pec
Viajaba los fines de semana a León, dormíamos en sacos de dormir en la iglesia de Valdehuesa, confiados en los sacos de plumas que nos vendía Roberto, Sponso Alonso. Veíamos encadenar rutas que estaban más allá de nuestros sueños y celebramos el día que encadenamos “Cortatus 6c+”. Una vez Berna perdió las llaves del coche bañándonos en el pantano y tuvimos que esperar tres días hasta que llegaron unas copias. Escalamos al sol y comimos pasta sin tomate, se había acabado.

En medio del muro principal, donde Colín escalaba autoasegurándose haciendo un octavo tras otro, está uno de los sietebes más bonitos que he escalado nunca, “al sur de la luna”, nos pegábamos con sus cantos, bidedos conquenses de entrada, y metros de roca leonesa.

Llegamos a Quirós un verano, una portada de Desnivel inmortalizaba a Txavo en un movimiento imposible, nos alojamos en un refugio de montaña donde olía a maría, y conocimos el Orbayu. Hicimos Asterix 7a, y nos graduamos en placa. Corrían los años noventa.

Volvimos a casa. Pensábamos que éramos héroes de guerra, gladiadores de la roca y nos enfrentamos a nuestros sueños. Allí con David recién llegado a la Uni encadené “Maldita Gravedad 7b+”, ese mismo día se recotó a 7b. Me dio igual, ha sido mi contraseña preferida de Internet igual que la de mi padre es 1234. Lo curioso es que se me metió en la cabeza que se podía hacer sin cuerda, nunca lo probé, ahora es una zona de bloque y la Maldita se queda en un buen Tsunami de 6c.

Descubrimos el valle escondido de Gama. Dormíamos en tiendas de campaña y probábamos el Gran Techo. Nos dejamos los dedos en “Oro Negro 7b+” (yo creo que es 7c). Nos bañábamos en el pantano y comíamos el menú escalador del Tiziano. Alber sigue equipando y cuidando la escuela. Antes dormía allí casi todos los sábados.

Veinte años no son nada.

Volví a escalar veinte años después. Rodellar un 6b+ que ni me acuerdo el nombre. David sonreía como veterano de la vertical. No te preocupes, me dijo, esto se pasa rápido. Antes de que nos diéramos cuenta estábamos en la Gourge du Tarn y allí firmamos un pacto con el diablo. Mi alma inmortal por unos ratos en la vertical, ni siquiera una vida, entre chapa y chapa, y en el Tarn están lejos de verdad.

Nos metimos en la cueva Fran y yo. Elegimos línea y decidimos que merecía la pena. Yo lo hice primero, siempre he tenido menos tiempo, “Naturalísima 7c”. Veinte años después hacía mi primero.
 
Sentados al borde de la cueva vimos la luna de verano salir por el fin del mundo. Según se hacía de noche la claridad de la luna iluminaba el muro. Mirábamos al sur de la luna, allí donde habitan los recuerdos de los años salvajes.

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